Tradiciones al comer: desde el camarero hasta los cuadros
Pocas experiencias nos causan tanto deleite como el visitar un buen restaurante. Usualmente, no pensamos al respecto, pero aquellos factores que le otorgan calidad son muy específicos, y el motivo por el que decidimos pagar ese precio allí y darle una propina al camarero en vez de ir a otro negocio es, precisamente, por cómo se complementan para darnos un ambiente perfecto.
Si bien es cierto que los restaurantes no pueden ser tan generales que se termine perdiendo su esencia, también deben ser integrales, ya que no se trata de un simple puesto donde la comida se sirve y después los clientes se sienten en una mesa aparte del centro comercial. Algunos aspectos a considerar son:
- El menú. Se tiene que escoger cuidadosamente qué se ofrece, y debe ser consecuente con el estilo del lugar. Aparte de ello, también es necesario tener una cierta variedad, sobre todo si se trata de un público familiar. La mejor manera de clasificar las especialidades son:
- Entrada o aperitivos.
- Plato principal (puede dividirse según el tipo de proteína principal).
- Acompañantes. En algunos casos, las ensaladas también están en otra sección.
- Postres.
- Bebidas.
- La decoración. Generalmente se busca que sea sobria si está orientada a un público familiar, y ser íntima o alegre según las tonalidades que se usen. Si es muy oscuro, resulta lúgubre, y en el caso contrario puede ser estridente, por lo que debe de haber un balance para que sea un lugar calmante y aliente estar allí.
- La comida. Obviamente, debe ser preparada cuidadosamente para brindar el mejor sabor y ser memorable en el paladar de todos los visitantes.
- El servicio. Este último punto es fundamental, pues un trato agradable y la atención que recibamos del mesero nos dará recuerdos gratos y hará que queramos volver, o al contrario, eliminará todo deseo, incluso aunque los demás elementos fueran ideales.
Es fácil concluir que, aunque existen múltiples alternativas, el típico encanto de esperar con emoción en la mesa por nuestra comida no se ha extinguido ni lo hará, pues lo que sentimos al ver aparecer al camarero con nuestro plato en la mano es indescriptible y puede ser el comienzo de muchas buenas memorias.